Un viaje hacia la libertad con el Pastor Jesús Jesús nos libera de la esclavitud «Así que, si el Hijo los hace libres, serán verdaderamente libres.» (Juan 8:36) Je…

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 Un viaje hacia la libertad con el Pastor Jesús


Jesús nos libera de la esclavitud

«Así que, si el Hijo los hace libres, serán verdaderamente libres.» (Juan 8:36)

Jesús, el Pastor, vino para liberarnos de toda cadena del mundo y del espíritu.

Él entró en un mundo lleno de esclavitud —ya sea física, psicológica, social o espiritual— que ata el alma e impide el acceso a la verdadera libertad que se encuentra en Cristo. Esto revela la verdad de que cada ser humano enfrenta diversas formas de ataduras, pero el resultado es el mismo: estamos atados y cautivos. Nadie puede liberarnos excepto Cristo mismo, pues Él vino:

«Me ha enviado para anunciar buenas noticias a los pobres y proclamar libertad a los cautivos.» (Lucas 4:18)

Las diez mayores cadenas que mantienen cautiva a la humanidad y cómo la luz de la Escritura las rompe

1. Cadenas del espíritu maligno:

«Él les dio vida a ustedes, que estaban muertos en sus delitos y pecados, en los cuales andaban en otro tiempo siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia.» (Efesios 2:1-2)

El mal que habita en la oscuridad espiritual se opone a la luz de Cristo. Esta esclavitud espiritual somete a la persona a un espíritu maligno que influye en sus decisiones y emociones. Sin una renovación espiritual en Cristo, uno permanece cautivo. La luz divina de Dios expone las tinieblas y libera el alma.

2. Esclavitud del pecado:

«Todo el que comete pecado es esclavo del pecado.» (Juan 8:34)

El pecado no es solo un acto, sino una naturaleza arraigada en la humanidad (Romanos 1:12) que produce obras que refuerzan su dominio. A través de su sacrificio en la cruz, Cristo rompe el poder del pecado y otorga una conciencia renovada y verdadera libertad.

3. Cadenas de hábitos y conductas pasadas:

«Desháganse del viejo hombre con sus prácticas y revístanse del nuevo.» (Colosenses 3:9-10)

Hábitos profundamente arraigados forman cadenas que obstaculizan el crecimiento espiritual. Cristo nos renueva para vivir una vida transformada, cambiándonos desde adentro.

4. Cadenas de pensamientos impuros y dudas:

«Llevamos cautivo todo pensamiento para que obedezca a Cristo.» (2 Corintios 10:5)

Los pensamientos negativos distorsionan la percepción y debilitan el espíritu. Cristo libera nuestra mente y nos da paz, claridad y alineación espiritual.

5. Cadenas del amor al mundo y a las riquezas:

«Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.» (Mateo 6:21)

El apego al dinero y a las cosas terrenales encadena el corazón y lo aleja de Dios. La verdadera libertad nace de confiar en los tesoros celestiales, donde Cristo nos capacita para elegir lo eterno.

6. Esclavitud de heridas internas y dolor emocional:

«Él sana a los quebrantados de corazón y venda sus heridas.» (Salmo 147:3)

Heridas del pasado colocan cadenas sobre el espíritu, pero Cristo nos restaura y sana por medio del amor de Dios, quitando las ataduras y otorgando una vida de paz y consuelo.

7. Cadenas del rechazo y el sentimiento de inferioridad:

«Nos hizo aceptos en el Amado.» (Efesios 1:6)

En Cristo, los sentimientos de rechazo se rompen y la identidad se reconstruye sobre el amor incondicional de Dios.

8. Esclavitud de la falta de confianza y la indecisión:

«Porque Dios no nos ha dado un espíritu de temor, sino de poder, de amor y de dominio propio.» (2 Timoteo 1:7)

La falta de confianza impide tomar decisiones sabias, pero el Espíritu Santo nos guía y nos capacita para actuar con sabiduría y valentía.

9. Cadenas de recuerdos dolorosos y apego al pasado:

«Olvido lo que queda atrás y me extiendo hacia lo que está delante.» (Filipenses 3:13)

Los recuerdos dolorosos pueden aprisionar el alma, pero Cristo nos ayuda a dejar atrás el pasado y entrar en una nueva vida llena de esperanza y propósito.

10. Cadenas de la comparación y la autocrítica:

«Todo lo que hagan, háganlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres.» (Colosenses 3:24)

Compararnos con otros conduce a la pérdida de identidad y de valor propio. Dios creó a cada persona de forma única, y la verdadera libertad se encuentra cuando vivimos para Él y nos enfocamos en su llamado para nuestras vidas.


Jesús es el único Salvador

Todas estas cadenas tienen raíces profundas, pero la llave de la liberación es Cristo, el Pastor:

«El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ha ungido Jehová... para dar libertad a los cautivos.» (Isaías 61:1)


Toda la gloria y la gratitud sean para Jesús, el Pastor y Salvador.


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